Ciruela V. La petición

/ 9.8.08 /

Las largas piernas de la mujer rodearon sus caderas al mismo tiempo que deslizaba las manos por su espalda, arañando con sus uñas la resbaladiza piel masculina cubierta de transpiración.
Sentir la humedad de su sexo contra su dura erección logró excitarlo aún más si cabía. Se movió entre sus piernas, frotando su sexo contra el de ella. Estaba resbaladiza y lista, tuvo que apretar los dientes para controlar el deseo de penetrarla con una sola embestida, el contoneo de ella bajo su cuerpo era deliciosamente doloroso.

Sabrina sabía que él no había terminado de jugar con ella, pero esta vez era ella la que quería jugar con él. Deslizo una de sus mano hacía abajo, agarrando el prieto trasero del hombre al mismo tiempo que elevaba las caderas. El rugido que surgió de sus labios fue casi animal.

Se removió bajo el cuerpo masculino y puso sus manos en el poderoso pecho. Cuando lo obligó a pegar la espalda a la cama, él no se lo impidió, quizás porque lo pillo por sorpresa, quizás porque aquello formaba parte de su juego…

La morena piel del hombre resaltaba contra las níveas sabanas de la cama y Sabrina tuvo que tragar ante la erótica imagen que tenía ante sus ojos: estaba esplendorosamente desnudo y totalmente a su merced. Piel expuesta a su entero disfrute que se encargaría de saborear. Era hora de tomarse una pequeña y placentera venganza. Levantó una pierna y se ubico a horcajadas sobre él, su sexo quedó totalmente expuesto y abierto contra el duro vientre cuando se inclinó hacia delante y capturó la boca masculina con un beso carnal. Se saboreó a sí misma en su boca y aquello la encendió de nuevo. Chupó sus labios lamiendo cualquier resto de su jugo al mismo tiempo que su sexo realizaba una leve fricción contra el vientre de él. Podía sentir el duro sexo del hombre contra su trasero, buscando el modo de meterse en el caliente hueco que se apretaba contra la parte baja del estomago masculino.

Gabriel no podía apartar la mirada de los pequeños pechos que se bamboleaban delante de sus ojos y del apretado sexo que se restregaba contra su vientre. Podía sentir la humedad de ella en el estomago y su erección parecía gritar dolorida porque no era ella la que recibía la debida atención. Alzó una de sus manos y apresó uno de los pechos, frotando el pezón con la palma de la mano. Ella se arqueó apenas, ofreciéndose a él, pugnando su pecho contra la mano y, con ello, intensificando el contacto de su sexo contra su piel. La otra mano masculina voló hacía el delicioso y aterciopelado trasero de la mujer.

Sabrina cubrió con su mano la mano del hombre que apresaba su pecho y, guiándolo, la dirigió hasta su sexo. Al llegar allí, sólo le permitió un leve toque antes de apresarla sobre su cabeza, la otra mano, la que cubría su trasero, corrió la misma suerte. Sabrina sonrió triunfante cuando tuvo apresadas las dos manos masculinas sobre la cabeza de él, aplastadas contra el colchón. Sabía que él, si quería, podría soltarse con facilidad, pero sonrió cuando él no lo hizo.

Gabriel la miraba con curiosidad, ninguna mujer antes había actuado así con él, ninguna antes había tenido el atrevimiento de apresar sus manos. Claro está que podía liberarse si quería, ya que aquellas pequeñas manos poco podrían impedírselo, pero el simple hecho de sentirse en cierta forma dominado, lo excitaba sobremanera.

La lengua de la mujer recorrió la fuerte mandíbula, algo rasposa por la inminente barba. Mordisqueó la barbilla antes de descender dando pequeños besos en el cuello del hombre, lamió y chupó, sintiendo el leve sabor salado de la piel. Bajo su lengua sintió el apresurado pulso que palpitaba en el cuello y sonrió contra su piel, quizás daba una apariencia de tranquilidad, pero bajo aquella piel era un hombre plenamente excitado que anhelaba lo mismo que ella. Un hombre, al fin y al cabo. Aunque su apariencia pudiese ser la de un dios. Se deslizó por su cuerpo al mismo tiempo que hundía la boca en los fuertes pectorales, lamió el hueco de su cuello y después su lengua capturó un pequeño pezón marrón, que pronto se endureció en su boca. Ahora estaba montada sobre su cadera, la erección rozaba su entrepierna de un modo delicioso y tuvo que controlarse para no dejarse llevar por aquel contoneo. Tenía pensado torturarlo con las mismas condiciones que él había impuesto.

Las manos de la mujer se deslizaron por sus antebrazos, arañando con suavidad, hasta que sus manos se incrustaron en los anchos hombros. Ella se iba deslizando hacia bajo, restregando todo su cuerpo, cada porción de piel, contra el de él. No podía apartar la mirada de la oscura cabeza que estaba inclinada sobre su pecho y de la rosada lengua que surgía de la boca de ciruela para atormentarlo con sus lamidas. Tensó los músculos del abdomen cuando la juguetona lengua pasó sobre ellos, humedeciendo la piel a su paso, y sus caderas se alzaron por propia voluntad cuando hundió esa maravillosa lengua en su ombligo. Su sexo se endureció dolorosamente ante la expectativa de tener la boca de ciruela entorno a él.

Sabrina mordisqueó la delicada piel del estomago y lamió la fina vena que sobre salía en el bajo del vientre, una vena que, si se seguía, conducía al preciado tesoro masculino. Del mismo modo que él la había atormentado, ella lo atormentó a él. Pasó sobre su erección, tan sólo deteniéndose unos segundos, muy cerca, para que notase su caliente respiración sobre el hinchado sexo. Su sexo se veía brillante, una pequeña gota había logrado escapar del férreo aguante masculino. Deseaba tenerlo en su boca, hacerlo jadear del mismo modo que él la había hecho jadear a ella. Sentir su sabor y su dureza. Alzó la mirada y la clavó en los oscuros ojos que la observaban atentamente, sonrió maliciosamente y deslizó sus manos hasta los musculosos muslos, tanteando y evitando rozar la dura erección mientras lo acariciaba.

Gabriel le sonrió, si pensaba que él iba a rogar una caricia…

Las pequeñas manos de Sabrina acariciaron la parte interna de los muslos, rozando apenas el apretado saco de su sexo. Él dio un respingo al mismo tiempo que un seco jadeo rasgaba su garganta. Sin previo aviso, Sabrina rodeo con una de sus manos el grueso sexo, apretando ligeramente. Las caderas del hombre se despegaron del colchón.

Suavemente, pero con firmeza, la mujer empezó a deslizar la palma de su mano de arriba abajo al mismo tiempo que el cuerpo del hombre se mecía, recibiendo la caricia. El ritmo de su mano era lento, abrasador, toda una tortura.

Gabriel apretó fuertemente los dientes, evitando venirse. Llevaba soportando esa tortura demasiado y ahora lo único que quería era introducirse dentro de ella.

—Móntame—demandó con los dientes apretados. Finalmente había pedido aquello que ella quería que pidiese.

2 comentarios:

Anónimo on: 13 de agosto de 2008, 13:26 dijo...

Ayyyyyyy!!! Miss!! ¡Qué calor hace aquí!! Madre mía!!
Cada día me enamoro un poco más de este Gabriel... ¿No podrías cambiar Sabrina por Anita??? Suena casi igual... ejem...

Está genial, guapa!! Sigue así!!

{ Dama Blanca } on: 20 de agosto de 2008, 9:11 dijo...

Aaayyyy!!!! Se me han caido las bragas!!!!(que bruta que soy jeje)
Creo que eso responde a tu pregunta de si me gusto o no, verdad? jeje

Esta increible guapisima!!
Pero no nos dejes asi jodia!!!

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