Ciruela IV. El premio

/ 5.8.08 /


Sabrina se recostó con un suspiro sobre la cama, la ciruela resbaló de sus dedos flojos y rodó por el colchón hasta caer con un sonido sordo al suelo. Un quejido apenas audible escapó de sus labios cuando él retiró las manos de su entrepierna.

Gabriel se enderezó con parsimonia y la observó. El oscuro cabello de ella estaba desparramado sobre las sabanas y mostraba una postura deliciosamente abandonada. Acercó sus manos a la hilera de pequeños botones que delineaban la parte delantera del vestido, deseaba verla desnuda, ver cada curva que tan sólo había intuido bajo la ropa.

Ella se sorprendió ante la rapidez con la que él le desabrochó los botones del vestido, ya no mostraba aquella aparente tranquilidad…ahora parecía impaciente por deshacerla de la ropa que le impedía verla enteramente desnuda.

A cada botón que desabrochaba, se rebelaba un pedazo más de la suave piel que deseaba saborear. Tragó sonoramente cuando dejó al descubierto la cremosa piel de sus pechos, había sabido que no llevaba sujetador por la forma en que sus pequeños pezones se clareaban en la tela, pero comprobarlo de primera mano era más de lo que podía soportar. Ella se incorporó suavemente sin necesidad de que él se lo demandase, permitiéndole que le sacase el vestido con mayor facilidad, después volvió a dejarse caer sobre el colchón, haciendo que sus pechos se meciesen en un suave vaivén. Gabriel echó a un lado el vestido y, cerniéndose sobre ella, hundió su rostro en el esponjoso valle de sus pechos. Su lengua pasó entre ambos pechos, saboreando la delicada piel del canalillo y después se deslizó bordeando la parte inferior de uno de los pechos.

Sabrina se arqueó ligeramente y se restregó contra la rodilla del hombre que permanecía apoyada sobre el colchón, entre sus piernas. Sus caderas se movían contra él, incrementando cada vez más el ritmo a medida que los lametones del hombre se hacían más desesperados.

Aún así, seguía jugando con ella, la boca del hombre no se posaba sobre sus pezones erectos, que pedían a gritos algo de atención, lo hacía sobre su delicado contorno, delineando con su lengua la arrugada aureola rosada. Sabrina acercó sus manos a la cabeza del hombre, enredando los dedos en su cabello.

La boca de Gabriel se movía ávida sobre la piel, lamió la clavícula, hundiendo su lengua en aquel delicioso hueco y después ascendió hasta la garganta. La vibración de los gemidos de ella golpeteó contra su lengua cuando cubrió la garganta con su boca. Sus labios mordisquearon la piel con suavidad hasta llegar a la redondeada barbilla. Capturó el labio inferior con sus labios y un ronco gemido surgió de su garganta al sentir la carne inflamada de ella contra su muslo.

Sabrina no podía soportar más aquella tortura, necesitaba tenerlo dentro de cualquier modo...Agarró el pelo del hombre con más fuerza y guió la boca masculina a la suya.

Fue un beso carnal, de bocas abiertas, húmedo, casi violento. La boca del hombre sabía ligeramente afrutada. Sedienta bebió de él. Deslizó las manos por su nuca y rodeó con sus manos la fuerte espalda masculina. Necesitaba tenerlo cerca, muy cerca. El ligero vello del pecho masculino rozó sus pezones, arrancándole gimoteos ahogados contra su boca. Se arqueó contra él anhelante, frotándose con mayor insistencia contra el duro muslo del hombre. Una risa plenamente masculina flotó en la habitación.

Gabriel se apartó apenas, ella no se lo permitió y lo acercó de nuevo a su boca, besándolo con cierta desesperación. La dominó con su lengua, recorriendo cada cálido rincón de aquella boca de ciruela, mordiendo los gruesos labios que ahora se veían enrojecidos e inflados, húmedos y brillantes. Sin dejar de besarla, tomó una de las manos que agarraban su pelo y la apartó, sujetándola por la muñeca contra el colchón y sobre su cabeza. Cuando estuvo esa sujeta, tomó la otra, no sin cierta dificultad, y la aprisionó contra el colchón junto a la otra. Mantuvo con una de sus grandes manos las dos muñecas de la mujer sujetas sobre su cabeza, con los brazos estirados. Ella se arqueó, quizás intentando soltarse, quizás queriendo hacerlo enloquecer restregando todo su delicioso cuerpo contra él.

Sabrina alzó unas de sus piernas, doblando la rodilla y hundiendo el talón en el colchón, y movió sus caderas con mayor celeridad contra el muslo de él. Aquella fricción contra su pierna la estaba enloqueciendo literalmente y la áspera caricia del pecho masculino contra sus pezones, ponía en alerta todas sus terminaciones nerviosas. Era inútil forcejear e intentar liberarse de la mano que mantenía apresadas las suyas, pero era sumamente erótico sentirse capturada de aquel modo. Apartó a un lado la cabeza, liberándose de la boca masculina e intentando tomar una bocanada de aire, su respiración estaba sumamente agitada. Hundió sus dientes en el hombro de él cuando empezó a sentir que se acercaba el momento de liberación que tanto anhelaba.

Gabriel se apartó a un lado y, con ello, la mujer perdió el dulce contacto con su muslo. Escuchó como un gimoteó escapaba de sus labios entreabiertos.

Sabrina le mordió el hombro con saña, había estado tan cerca, tan cerca…

—No puedo más…Por favor…

—Quiero llevarte alto, muy alto, hasta el límite—mordió el labio inferior de aquella boca de cereza—. Llevarte más lejos de lo que cualquier hombre lo haya hecho nunca.

—Yo sólo quiero…—su voz se perdió en un suspiro.

—Dime, ¿qué quieres?—esta vez lamió el grueso labio. Su boca era deliciosa, perfecta para ser besada, mordida y chupada.

—A ti—movió las manos que permanecían capturadas—. A ti dentro de mí.

Gabriel sonrió y deslizó su mano libre por las costillas de la mujer, moldeando con su mano la silueta de su cuerpo. Sus dedos rozaron el vientre plano y se deslizaron más abajo, hasta que su gran mano cubrió el sexo caliente de ella. Le encendió escuchar el gritito que ella profirió y sentir sus caderas alzándose contra su mano. Separó la cinturilla e introdujo su mano, su erección palpitó al sentir la sedosa humedad impregnando sus dedos. Hundió un dedo entre sus pliegues y acarició la carne inflamada. El cuerpo de ella se retorcía bajo el suyo, farfullando suplicas, gemidos y palabras inteligibles.

Comenzó a masajear el clítoris suavemente, jugando con aquel delicioso botoncito, después movió la mano circularmente. Las caderas femeninas se movían contra su mano siguiendo el ritmo de una danza ancestral y primitiva. Gabriel sentía la frente perlada de sudor, la piel ardiendo, la respiración entrecortada. Hurgó entre sus pliegues, acariciando la piel resbaladiza y acercó el dedo corazón a la entrada de su sexo.

—Voy a soltarte las manos, pero quiero que las mantengas en esa posición, ¿de acuerdo?—ella no respondió, sus parpados estaban lánguidamente caídos y sus boca entreabierta. Gabriel introdujo apenas la punta del dedo en su interior— ¿De acuerdo?

Sabrina cabeceó.

Le soltó las manos y su boca se curvó en una sonrisa al ver que ella las mantenía allí. Rodeó con la mano el pecho de ella e inclinó la cabeza, realizó un tortuoso recorrido hacia abajo con su boca y lengua. Besando cada plano de su piel, mientras su otra mano obraba maravillas dentro de la ropa interior. Su lengua se hundió en el gracioso ombligo femenino antes de mordisquear la piel del vientre.

—Ahora voy a disfrutar de mi premio—apartó la mano del centro femenino y, agarrando la cinturilla de las bragas con ambas manos, deslizó el pequeño trozo de encaje por sus largas piernas. Lo echó a un lado con descuido.

Sabrina se apoyó con los codos y se alzó ligeramente, un gemido de impaciencia escapó de su garganta al verlo inclinar su cabeza entre sus piernas. Vio y sintió como sus dientes mordisqueaban la parte interna del muslo, observó como su lengua lamía la piel de sus ingles y, cuando él sopló suavemente sobre la carne inflada y caliente, sintió que su cabeza daba vueltas. Se dejó caer sobre el colchón con un gemido y sus manos apresaron en un puño la fina sabana que cubría la cama.

No pudo resistirse más a saborearla, la punta de su lengua lamió su centro y, de inmediato, las caderas de ella se alzaron demandando más. Cubrió con su boca la carne, lamiendo y chupando con sumo placer. Era deliciosa y caliente, se sentía verdaderamente bien contra su boca. Capturó con sus labios los pliegues internos mientras los acariciaba dentro de su boca con la lengua.

La sedosa lengua de él moviéndose entre sus piernas era mucho más de lo que podía soportar. Parecía estar en todos lados, cubriendo cada centímetro, lamiendo en el sitio justo, chupando en el momento adecuado. Deslizó una de sus manos por el vientre y enredó los dedos en el cabello de él.

Gabriel rodeó sus piernas con los brazos, alzándola hacía él, mientras su lengua se hundía en aquel delicioso rincón húmedo y caliente…necesitado. La penetró con la lengua.

El calor se extendía por el cuerpo de Sabrina, empezaba a sentir que su momento de liberación se acercaba. Esperaba que esta vez él no se lo impidiese. Pero al mismo tiempo, saber que en cualquier momento podría apartarse, lo hacía mucho más intenso, mucho más desesperado. Agarró su cabello con más fuerza, dándole un suave tirón de advertencia.

Los gemidos de la mujer y la forma de retorcerse contra su boca estaban llevándolo a él mismo a límite. Intensificó sus lametones, chupó su carne y bebió de su delicioso jugo. Posó una de sus manos sobre la parte superior de su sexo y la movió en círculos sin dejar de lamerla. Ella cada vez tiraba más fuerte de su pelo. Él sabía que estaba muy cerca.

La liberación dejó a Sabrina sin aliento, un escalofrío recorrió su cuerpo seguido de deliciosos temblores. Sintió al sacudida en su vientre y el gritó que escapó de sus labios fue de puro éxtasis. Sus pezones se endurecieron aún más y las palpitaciones de su sexo se extendieron por todo su cuerpo. A pesar de haberse corrido, él no dejó de lamerla. Las caricias de su lengua siguieron hasta que los temblores desaparecieron de su cuerpo, dejándola lánguida.

Gabriel se enderezó, estirando las piernas, y empezó a desnudarse con rapidez. Ella lo miraba con los parpados lánguidamente caídos y con una sonrisa de deleite en los labios.

Sabrina lo observó desnudarse, su poderoso cuerpo se mostraba ante ella a cada pieza de ropa que caía al suelo. Él se desnudaba sin dejar de mirarla con una pasión desbordante y con una media sonrisa en la boca, los labios estaban ligeramente humedecidos por su propia excitación. Sabía que cuando lo besase se saborearía sí misma.

Gabriel dejó caer al suelo los calzoncillos y se cernió sobre ella.

Sabrina tan sólo pudo suspirar cuando sintió la dura carne entre sus piernas.

2 comentarios:

Anónimo on: 5 de agosto de 2008, 19:30 dijo...

Oh, Dios!!! Esto es puro fuego, Lhyn!!! Me lo he tenido que leer todo de un tirón! Me ha encantado... y espero que siga y siga....mmmm... me estoy enamorando de Gabriel, eso que apenas lo conozco. si es que sólo el nombre, que es mi favorito... Deberías estar en mi blog!! Ahí, dándo caña. Por lo pronto, voy a poner publicidad!!

Besos, guapa!!
Sigue así, y publicalo en papel cuando acabes, que yo me lo compro!!

{ Lucila Torres } on: 6 de agosto de 2008, 18:47 dijo...

Yay! me encanta como escribes ^^ encontré tu blog desde "El diario rojo de Anita" y la verdad me encantan las cosas que leí hasta ahora, espero seguirte leyendo,
Saludos y suerte!

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